jueves, 25 de febrero de 2010

QUÉ PENA DE VALLE


Elías Pérez,Manolín Varela y José Alonso y sin conocerse,
Gonzalo de Grandiella, todos muertos, menos, al parecer
Manolín Varela, que parece se fue para Cartagena.
La imagen data de 1941-42.

Día a día, el valle de Tiraña se va quedando vacío. Pueblos y caseríos están desiertos. Las caserías abandonadas. Prados y huertas cubiertos de maleza. Los sones que ayer se escuchaban en cantos de cortejo y en ecos de esquilas y cencerros, ya se han apagado. No hay, por los caminos del valle, gentes de paso, dando vida a los lugares. No hay campesinos arando las tierras, ni hay quien injerte los árboles frutales. Ni se ven correr las aguas de las fuentes, ni los calderos esperado para llenarse. Ni hay cantares en noches de luna, ni ¡ixuxús! como antaño, alegrando la noche...

Aquellas juventudes varoniles, ya no existen. Todo es silencio y desolación, ausencia y vacío. Ni se ven, alegrando con sus risas y con su presencia, aquellas alegres y risueñas chavalas, mozas de quitar el hipo, que en cada casa abundaban y eran deseadas y buscadas por los mozos del lugar y fuera del lugar, que muchas casaron con parejas foráneas y , más o menos, así comenzó a despoblarse el valle, al irse la mocedad a vivir a otras partes. Al buscar en otros sitios trabajo y ocupación, poco a poco el valle se fue despoblando.

Así ocurría. Unos porque se fueron en busca de futuro a otros lugares y ya no retornaron, y otros, porque, al pasar los años y la vida marcar su ley inexorable, se fueron muriendo, las casas perdiendo habitantes, los pueblos perdiendo aliento y población y, lenta pero inexorablemente, la vida desaparecía del Valle de Tiraña.
Arsenio Vallina,
Anselmo Camblor y Faustino Blanco,
más conocido por Tinucu el del Forno
Por los años de 1950-60
Aquel proceso que se podía decir, a la vista de lo que la vida brindaba, que era de primavera, verano, otoño e invierno, ya ni siquiera se circunscribe al otoño-invierno, pues la primavera que es al nacimiento de la vida, el verano, que es a la reciedumbre de la juventud, que engrandece la sociedad de cada lugar, ya no tiene vigencia en este valle, antaño pujante. Podría esperarse que hubiera, en sus pueblos, un otoño-invierno que, aunque frío, siempre tiene y sostiene vida, Pero, si bien es verdad que no hay infancia, y hay poca juventud, es verdad asimismo que madurez y ancianidad ya no queda,si exceptuamos tres o cuatro personas en todo el valle.

Esta es la realidad y no hay otra. Como no sabemos cual será el futuro de este valle, lleno ayer de vida, vigor, historia y alegría.