sábado, 23 de abril de 2011

MEMORIA E HISTORIA

Familiares de las víctimas que yacen
en la Fosa Común, de Tiraña, en 2011

Memoria histórica o memoria familiar, no sé. Lo que sé es que este pasado 21 de abril en Tiraña, como cada año en esta fecha, acudieron diversas personas a rendir memoria, recuerdo y homenaje a trece víctimas de la represión que fortaleció, por el barbarismo, a los llamados nacionales, los de banderas al viento, montañas nevadas, camisas nuevas y nuevo amanecer...que tardó muchos años en hacerlo, pues la oscuridad fue mantenida en España muchos años, después de dar por terminada la Guerra Civil.


El 21 de abril de 1938, la llamada Bandera de Lugo, además de otras fuerzas represoras, ciegas de saña y odio, algunos caciques del lugar compuestas por falangistas, amén de otros uniformados, detuvieron y apresaron a casi una veintena de personas, de entre las cuales trece fueran las ejecutadas a las cuatro de la tarde. El espanto fue en Tiraña. Y las víctimas, sin ningún delito punible. Mineros, carreteros, labradores y amas de casa,incluso dos mozas que rayaban los 2o años.


Soli, nieta de José Casorra,
ante la fosa común en que yace su abuelo.

Los nombres están sobre la lápida, que por fin se pudo poner sobre la fosa común, después de la muerte de Franco, el Generalísimo, el gran estadista,el elegido por Dios, según la Iglesia decía y bendecía, porque antes, ¡pobre de aquel que osara ponerle un ramos de flores a los muertos asesinados en aquel lugar! Perseguido era y las consecuencias pagaría si era descubierto. Pues, a pesar de todo, de vez en cuando, sobre aquella tierra malamente cuidada --porque no eso permitían--aparecían ramos de rosas rojas recordando a los allí asesinados.

Las víctimas tenían nombres y apellidos. Eran éstos:

Juan Iglesias, de Paniceres;Baldomero Suárez, de Bustió, Benito Martínez, de la Hueria Baxo; Alfredo González,de San Pedro; Pedro Pedrezuela, de Condueño, aunque de origen zamorano; Alfredo Vigón, natural de Bimenes y residente, en La Moral; Celestino García Suárez y su esposa Virginia Suárez, de La Arbeya; Tomás Montes del Fabariegu; Avelino Cepeda, palentino y casado en Tiraña, donde residía; Sara Corte, la Barria; Selina Valles además de la ya referida Virginia Suárez, que conformaron el trío de mujeres asesinadas aquel día; y en último lugar, José Díaz, más conocido por Casorra, que vivía en el Pareu.

La referencia es escueta y fría; los hechos fueron cruentos y despiadados. El suceso nunca se olvidó, a pesar de que, por lo que se sabe sobradamente, había que aparentar indiferencia o desconocimiento del suceso. Pero sin duda habría de resultar muy amargo saber quiénes habían sido los denunciantes y quiénes los que apoyaron el bárbaro crimen.

Quienes hoy acuden a rendir homenaje a la memoria de estos mártires son ya nietos, a excepción de Alfono Martínez, hijo de Benito Martínez, quien ya tiene muchos años. Emociona ver que los herederos nietos sienten en el alma la muerte de sus abuelos. Es decir, casi todos, pues hay que señalar que muchos de los asesinados ya no tienen familiares ni aquí ni en otras partes.


Abrazo entre dos hermanos, Isabel y Alfonso Martínez, hijos de Benito
Martínez, una de las víctimas de Tiraña.

Hoy Tiraña no tiene habitantes, como tuvo. Se está quedando desierto todo el valle.Hasta sus leyendas tienen tintes de tragedia y de fatalidades.Y por tener, hasta tiene dolosas situaciones de negación, como quien, habiendo perdido al padre entre estas víctimas, no acude nunca a honrarle y todo porque hoy no falta el pan para alimentarse. En Asturias o por lo menos en algunas partes suele decirse de alguien que está rafalfíau y refalfiá , esto es, el que se muestra altivo, presuntuoso, endiosado, olvidando que no siempre ha vivido así. Pero aunque hubiera sido, lo que no es comprensible es el abandono del padre asesinado. Triste historia que debiera contarse.